Sheinbaum y la corrupción
El Jicote, Por: Edmundo González Llaca
Lunes 14 de octubre de 2024
Desde Plutarco Elías Calles hasta la Presidenta Sheinbaum, el tema de la corrupción ha sido parte de todos los programas de gobierno de todos los presidentes. Y como diría Don Teofilito, lo más probable es que seguirá siendo la primera causa de los problemas de México y tema de los discursos presidenciales.
No despierta mucho entusiasmo la acción de la Sheinbaum en este drama nacional. En la ceremonia de toma de protesta, besó la mano a Manuel Velasco, ex gobernador de Chiapas, sospechoso en la entrega de los sobres amarillos. Ni tampoco genera muchas esperanzas su compromiso de gobierno: “Encabezaremos un gobierno honesto, honrado, sin nepotismo, corrupción e impunidad. La Secretaría de la Función Pública (SFP) se convierte en la Secretaría Anticorrupción y de Buen gobierno. No va a regresar el régimen de corrupción y de privilegios. Nuestra guía será siempre la honradez y la honestidad”.
Cuando afirma que no se regresará al nepotismo, la corrupción y la impunidad, nos imaginamos que está hablando de un regreso al pasado inmediato, es decir, se finiquitarán todos estos vicios que han imperado en el gobierno de López Obrador. El instrumento que propone es la conversión del nombre de la Secretaría de la Función Pública a Secretaría Anticorrupción y de Buen gobierno, lo cual no dice nada. No produce ni frío ni calor.
La Presidenta, como ya parece ser un rasgo de carácter, opta por salir del paso de la molestia nacional contra el cáncer de la corrupción, siguiendo la obsesión Adánica del ex Presidente, en el paraíso de la administración: ponerle nuevos nombres a las instituciones. ¿Qué hay problemas de salud? Es lo menos al Seguro Popular se le pone INSABI y todo arreglado. El fenómeno de la corrupción es mucho más complejo, no basta bautizar una Secretaria, debe articularse con nuevas normas y un nuevo sistema de denuncias, responsabilidades y sanciones.
Se supone, y ella lo ostenta, que es una científica, es decir, que superará la metodología Obradorista de lanzarse como el Borras y que tenía como principal ideóloga a la Chimoltrufia, que lo mismo dice una cosa que dice otra. Abrigamos la ilusión que se adoptará una visión lógica. En este sentido lo primero sería realizar un diagnóstico de la realidad actual. Analicemos.
De acuerdo con Transparencia Internacional, México se mantuvo estancado en los índices de corrupción, hasta debajo de la tabla. Es el lugar 126 de los 180 países evaluados. Entre los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México ocupa la última posición.
Si para responder a esta deprimente realidad se recurre a la chafa narrativa de la violencia: en Guerrero hay muchos muertos, pero hay más en Guanajuato, gobernado por el PAN; entonces se argumentará: México es un país muy corrupto, pero son más corruptos Bolivia y Tin Buc Tu del Norte. Llamado lamentable a la aceptación y a la resignación a un problema que nos abruma.
La actual Secretaría de la Función Pública, es una pieza fundamental en el control y vigilancia de la administración pública, su pecado de origen es que el Presidente designa al Secretario o Secretaria; el controlador le debe su cargo al controlado.
El primer cambio, si de verdad quiere la Presidenta llegar al fondo de la solución del problema de la corrupción, es que saque las manos del nombramiento. Aunque creo que es tanto un sueño guajiro, pero en congruencia a la Reforma Fiscal, la designación de la nueva Secretaria o Secretario debería aplicarse la fórmula de elección de los ministros, es decir, que se someta a la votación popular al funcionario que ocupe el más alto cargo del rimbombante nombre: Secretaría Anticorrupción y de Buen gobierno
El cielo de Morena está cubierto por Ministros, ministras, magistrados y jueces todos vestidos de blanco, inmaculados, con un arpa en una mano y la Constitución en la otra. Todos y todas, elegidos y elegidas por el pueblo sabio, no tendría cabida un diablito o una diablita, elegida por la Presidenta, para combatir, ni más ni menos, que el terrible pecado histórico y nacional de la corrupción, que además ha dado pruebas a través del tiempo, que es muy contagioso.
Sheinbaum y, Sheinbaum y, Sheinbaum y, Sheinbaum y, Sheinbaum y, Sheinbaum y, Sheinbaum y
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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