Elección de estado y plebiscitaria.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
No sé qué me ha sorprendido más, si el éxito político espectacular de Xóchitl Gálvez o la reacción verdaderamente torpe e insensible, pero también espectacular, del Presidente y su banda de porristas. La aparición de Xóchitl en el escenario público fue como si les hubiera explotado un cohete en la oscuridad.
Quedaron confundidos, sobre todo amnésicos, olvidaron que fueron los ataques discriminados contra Cuauhtémoc Cárdenas los que lo catapultaron al gobierno de la Ciudad; olvidaron también su pasado reciente, cuando al mismo López Obrador lo subieron al ring de la competencia presidencial, cuando lo trataron de desaforar.
Me da la impresión que de este grave error estratégico el Presidente es consciente, pero como el alacrán de la conocida fábula, que no le importa que una rana lo transporte sobre el lomo en medio de un río turbulento, de todos modos la pica. Al preguntarle la ranita lo tonto, por no llamarle con pén, de su acción, pues los dos morirían; el alacrán simplemente responde: “Es mi naturaleza”. plebiscitaria, plebiscitaria, plebiscitaria, plebiscitaria, plebiscitaria
La inclinación natural del Presidente es el del bravucón de la cuadra. Ahora, en modo desafiante, lo han llevado a denunciar a Xóchitl por sus posibles patrocinios, ante una clara impotencia de estigmatizarla por su trayectoria personal. Le atribuye subordinación a todo su padrón personal de villanos: Salinas, Calderón, Diego Fernández, Fox, por supuesto, Claudio X González. De seguir así, pronto va a asegurar que, como su tocaya, Xóchitl es admiradora secreta de Hernán Cortés.
Que no se nos contagie el estilo personal del Presidente y lancemos injurias como granos de maíz a las gallinas. Parto de un diagnóstico: el Presidente ha perdido el control de sí mismo. Ahora los hechos: En una mañanera de espanto, fusionó el drama de unos funcionarios secuestrados con bromas presentando su muñeco. Humor macabro y frívolo de López Obrador.
Después narró que “sus gargantas profundas le habían dicho que el dedazo de Claudio X González era por Xóchitl”. En mi rancho dicen: “El burro hablando de orejas”, Cuando él se ha distinguido por ser el gran dedo de Morena. No sólo eso, enfatiza que él no es igual, que no lo comparen con gobernantes anteriores, pues él nunca espía a nadie, pero al mismo tiempo reconoce que tiene “gargantas profundas” infiltradas entre los opositores que le informan. Metido en el pantano de contradicciones, conforme más se mueve, más se hunde.
Es el Presidente de México y no es posible refocilarse por su caída tan grotesca como dramática. Las consecuencias son graves. El proceso interno de la elección del candidato de Morena, elaborado por él, es totalmente absurdo. Es una competencia en la que no se puede debatir, compararse con otros candidatos ni presentar propuestas. Un proceso descafeinado, más aburrido que una dieta sin carbohidratos. La lucha de las corcholatas se ha reducido a como quedar bien con el “Dedo Destapador”. Es el tour de la lambisconería.
No pretendo defender el proceso de la oposición, que rebosa de incógnitas, pero hasta para los militantes de Morena, resulta más interesante. Aunque se quisiera y por el bien del país, no es posible ayudar al Presidente. Simplemente no oye. Y es conocida su declaración de que no permitirá el triunfo de los opositores.
Estaremos ante una elección en la que tratará de ganar a billetazos y ante la desesperación de que Claudia Sheinbaum, Lady anticarisma, nomás no levanta, de seguro seguirá interviniendo ilegal y descaradamente en el proceso electoral. Los electores estaremos ante una elección de Estado y plebiscitaria. Un grave retroceso en el avance democrático del país.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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